1. RACIONALIDAD PRÁCTICA Y ACCIÓN HUMANA.
Cuando hacemos un uso teórico de la razón, tratamos de saber cómo son las cosas y aspiramos a alcanzar la verdad. En cambio, en su vertiente práctica, la razón nos ayuda a saber qué hacer y cómo hacerlo.
La razón práctica está vinculada a la acción, del mismo modo que la razón teórica lo está al conocimiento. Las acciones humanas son fruto de una elección y es nuestra razón la que nos ayuda a elegir una opción en lugar de otra.
1.1. LA RACIONALIDAD PRÁCTICA.
La racionalidad práctica se basa en el modo como usamos la razón para guiar nuestra conducta, tanto en lo que se refiere a la producción de objetos como a nuestra relación con los demás.
Existen dos grandes ámbitos de la racionalidad práctica:
__ Praxis. Es el ámbito de la racionalidad práctica que orienta nuestra conducta. La moral y la política son el resultado de este uso de la racionalidad práctica.
__Poiesis. Es el ámbito de la racionalidad práctica que orienta nuestra acción productiva, como el arte, y los distintos saberes técnicos.
Un arquitecto precisa saber de física, química o matemáticas para ser capaz de proyectar una casa sin que esta se derrumbe. Para tomar cualquier decisión importante, es necesario recopilar información sobre los factores implicados- sentimientos, motivos, objetivos, a quiénes afectará y de qué modo, las posibles consecuencias que tendrá, etc.
Los saberes prácticos que orientan nuestra conducta son los únicos realmente imprescindibles para nuestra vida. Esto no supone negar la importancia de poseer conocimientos de matemáticas, física o lingüística. Tampoco nadie niega la utilidad de saber conducir un coche o de repararlo, cuando se avería. Pero es posible vivir, e incluso vivir bien, sin esos conocimientos. Sin embargo, no es posible llevar una vida verdaderamente humana sin distinguir lo bueno de lo malo en relación con nuestras acciones. Por ejemplo, necesitamos saber que, si somos egoístas, nos ganaremos muchos enemigos y, cuando necesitemos ayuda, nadie nos la prestará.
1.2. LA ACCIÓN HUMANA.
Una acción es cualquier operación que un agente realiza de manera consciente y voluntaria.
Para que podamos hablar propiamente de acción, son necesarios tres factores:
*Agente. Una acción no es algo que ocurre sin más; es necesario que haya alguien que la lleve a cabo. En gramática, la acción viene expresada por el verbo de la oración y el agente por el sujeto.
*Consciencia. El agente debe darse cuenta de qué hace y porqué lo hace. A veces, se habla del agua y del viento como agentes que causan la erosión de las rocas o de los analgésicos como agentes que combaten el dolor pero, en tales casos, hablamos de acciones y agentes solo por analogía, puesto que el viento, el agua y los analgésicos no son conscientes de los efectos que producen.
*Voluntad. Es necesario que el agente quiera hacer lo que hace, es decir, que elija hacerlo desechando otras posibilidades. Estornudar, respirar, aun cuando seamos conscientes de que lo hacemos, no son acciones en sentido propio porque se hacen de manera involuntaria.
Solo los seres humanos somos capaces de realizar acciones, aunque no todo cuanto hacemos pueda ser considerado una acción.
Las acciones que los seres humanos podemos realizar son muchas y muy diversas, de modo que conviene disponer de una clasificación para organizar esa variedad. Por ejemplo tenemos acciones básicas que son aquellas que, para que se produzcan, solo requieren que el agente lo desee. Su voluntad es inmediatamente efectiva y están relacionadas directamente con el propio cuerpo. Un ejemplo de acción básica es mover un dedo o girar la cabeza.
Pero también realizamos un tipo de acción que denominamos acción mediada, que es la acción que se efectúa mediante la realización de otra acción y es el tipo de acción más frecuente. Un ejemplo sería peinarse usando un peine o un cepillo.
Por otro lado, tenemos la acción compuesta que es una acción integrada por un conjunto de acciones más simples donde ninguna de las acciones simples por sí mismas es capaz de producir la acción compuesta pero, al mismo tiempo, la acción compuesta no se daría sin las acciones simples que la componen. Un ejemplo sería bailar o pronunciar un discurso.
La acción convencional, por su parte, es un acto básico, mediado o compuesto, que adquiere un significado especial gracias al acuerdo entre los miembros de un grupo sociocultural. Un ejemplo sería saludar o firmar un documento.
Por último, tenemos la acción colectiva que es una acción que requiere, para poder llevarse a cabo, la participación de varios agentes que compartan una misma intención. Un ejemplo sería casarse o jugar un partido de baloncesto.
1.3. ¿POR QUÉ ACTUAMOS?
Actuamos porque tenemos un móvil, es decir, una razón para hacer o dejar de hacer algo.
Básicamente, podemos distinguir tres tipos de móviles:
*Necesidades. Una necesidad es todo aquello que resulta imprescindible para nuestra supervivencia, por ejemplo, comer, respirar o protegernos de las bajas temperaturas.
*Intereses. Son los factores que contribuyen a nuestro bienestar. Necesitamos comer, pero tenemos interés en que lo que comamos esté bien cocinado. Necesitamos dormir, pero tenemos interés en hacerlo sobre un buen colchón.
*Deseos. Son ideas que contemplamos en nuestra mente y que quisiéramos que se convirtieran en hechos reales. Deseamos comernos un buen bocata, pasar tiempo con la persona amada...
Aunque la satisfacción de nuestras necesidades, intereses y deseos nos mueve a actuar, en ocasiones estos móviles no provocan ninguna acción.
Por ejemplo, nuestra necesidad de insulina la cubre el páncreas sin que nosotros realicemos ninguna acción, a no ser que una enfermedad haga que tengamos que inyectárnosla. Igualmente, podemos desear que no ocurran más desastres naturales, pero esto no nos conducirá a realizar ninguna acción.
Por lo general, nuestras necesidades despiertan interés en nosotros, lo que indica que existe un cierto solapamiento entre los móviles de la acción humana, aunque también poseemos intereses independientes de las necesidades.
Por ejemplo, podemos tener interés en conocer a determinada persona, en leer un libro o en viajar por el mundo sin que nada de ello responda realmente a ninguna necesidad verdadera.
Con los intereses y los deseos ocurre algo similar. Nuestros intereses suelen provocar la aparición de deseos, pero también cosas que no guardan ninguna relación con nuestros intereses.
Por ejemplo, podemos desear que un enfermo se cure o que una desempleada encuentre trabajo sin tener ningún interés personal en ello.
Las necesidades y los intereses no son exclusivos de los humanos. Los animales también los posee. Un perro, por ejemplo, necesita comer y no le interesa estar enjaulado. Sin embargo, solo los humanos tienen deseos.
Un deseo exige una mente que se haga consciente de aquello que quiere y la intervención de una voluntad que busque su realización.
1.4. ¿PARA QUÉ ACTUAMOS?
Cuando actuamos conscientemente en función de lo que deseamos, la realización de nuestro deseo se convierte en el fin de nuestra conducta.
Entre nuestras metas pueden estar, por supuesto, la satisfacción de nuestras necesidades y la consecución de nuestros intereses, pero estos no siempre son asumidos como fines de nuestras acciones. Hay necesidades e intereses de los que, a menudo, no somos conscientes y, por tanto, no constituyen el fin de ninguna de nuestras acciones. Del mismo modo, a veces puede ocurrir que persigamos metas que van en contra de nuestros intereses.
Por ejemplo, el bombero que entra en una casa en llamas con el fin de salvar a quienes se encuentran allí dentro pone en riesgo su vida y, por tanto, actúa en contra de sus intereses.
Toda acción consciente y orientada a un fin cuenta con dos elementos fundamentales:
*Sentido. Es aquello para lo que sirve. Una característica fundamental del sentido de las acciones es que debe ser captado, es decir, el sentido no existe más que en la mente de un sujeto inteligente. Esto hace que no dependa exclusivamente del agente y que distintos sujetos puedan captar sentidos diferentes de una misma acción.
*Intención. Es aquello que el agente quiere conseguir cuando realiza una acción. Toda intención siempre presupone un objetivo, es decir, una intención de hacer algo, e implica cierta tensión del agente en dirección a la realización de determinada acción. Las intenciones no son directamente observables, así que solo son accesibles a los sujetos que las tienen. Los demás tan solo pueden conjeturarlas a partir de la conducta observable.
Por lo general, el sentido de una acción coincide con la intención de quien la realiza, de modo que esa coincidencia resulta evidente tanto para el agente como para los demás. Sin embargo, a veces se produce una franca contradicción entre ambos y, en ese caso, hablamos de actos erróneos.
Una persona que acude a una entrevista de trabajo puede tratar de resultar simpática haciendo una broma que, sin saberlo, resulte hiriente para el entrevistador. Mientras que su propósito era mostrarse simpática, su intención y el sentido de su acción fueron en direcciones contrarias. Su acto fue erróneo.
En otras ocasiones, a partir del conocimiento del sentido de una acción nos preguntamos por la intención de quien la realizó porque no acertamos a captar la coincidencia que debiera darse entre ambas. Cuando alguien con quien estamos enfadados de pronto nos halaga, nos preguntamos inmediatamente por sus intenciones.
2.LA MORAL Y LA ÉTICA.
Una de las facetas más importantes desde la que podemos contemplar nuestras acciones es desde su bondad o desde la falta de ella. De esto, precisamente, se ocupa la moral y la ética, aunque desde perspectivas diferentes.
2.1. LA ACCIÓN MORAL Y LA REFLEXIÓN ÉTICA.
Los términos ética y moral tienen significados tan próximos que, con frecuencia, se confunden o se utilizan indistintamente, como si se tratara de sinónimos. Sin embargo, existen diferencias de significado entre ellos que nos ayudan a establece matices que, de otro modo, serían ignorados.
La moral es un rasgo constitutivo de nuestra naturaleza, una dimensión del ser humano. Nuestra libertad hace posible la elección entre distintas opciones pero, al mismo tiempo, nos obliga a decidir. En esta tarea nos ayuda nuestra voluntad, haciendo que prefiramos alguna de esas opciones frente a otras.
La moral es el conjunto de costumbres y normas que regulan las acciones, tanto individuales como colectivas, y que permiten clasificarlas como correctas o incorrectas, es decir, como morales o inmorales.
No se puede ser humano y carecer de moral es decir, no hay humanos amorales, pues nuestras acciones son siempre clasificadas como correctas o incorrectas. Es posible actuar en contra de unas normas establecidas pero, en ese caso, nuestra acción será incorrecta y podrá ser tildada de inmoral. Es más, si frecuentemente realizamos acciones contrarias a las normas, puede que se nos considere personas inmorales, pero nunca amorales.
La moral puede ser considerada como un modo de vida. La ética, en cambio, es una investigación racional sobre la moral.
La ética es la reflexión filosófica que trata de aclarar en qué consiste la moral, cuáles son sus fundamentos y cómo se aplica en distintos casos, tanto del ámbito privado como público.
A diferencia de lo que ocurre con la moral, no estamos obligados a ocuparnos de la ética. Por supuesto que es sumamente interesante contar con conocimientos de esta disciplina e, incluso, profundizar en su estudio. Pero, como ocurre con otras áreas de conocimiento importantes, unos se contentan con nociones generales sobre el asunto y otros ignoran todo cuanto tiene que ver con él. Esta carencia no impide llevar una vida auténticamente humana ni evita contar con una moral.
2.2.LOS INGREDIENTES DE LA MORAL.
La moral es una tarea con la que estamos inevitablemente comprometidos. Afortunadamente, nacemos dotados de los medios apropiados para abordarla: nuestra libertad, nuestra voluntad y nuestro temperamento. Con ellos tenemos que desenvolvernos en las circunstancias familiares, sociales, económicas, etc., que nos ha tocado vivir.
En este contexto, vamos realizando nuestras elecciones y tomando nuestras decisiones. Como consecuencia de ello, adquirimos unos hábitos que se transforman en virtudes o vicios y que terminan por conformar nuestro carácter. Al mismo tiempo, vamos formando nuestra conciencia moral con la que juzgamos nuestros propios actos y los de los demás.
Por ello decimos que los ingredientes de la moral procedentes de nuestra naturaleza son:
*Libertad. Entendida como libertad interna, es decir, como la capacidad del individuo para elegir entre varias opciones en asuntos que lo afectan, sin verse naturalmente determinado a escoger una de ellas en detrimento de las demás. A este tipo de libertad también se le llama libre albedrío. Algunos autores han negado la existencia de este tipo de libertad, pero esto implica negar también la moralidad humana.
*Voluntad. Es la facultad que proporciona a los seres humanos la capacidad para preferir, conscientemente, unas posibilidades frente a otras y actuar con la intención de que las posibilidades elegidas se hagan efectivas.
*Temperamento. Es la manera de ser natural de un individuo. El temperamento condiciona la forma como un individuo se relaciona con su entorno e influye en sus reacciones, su estado de ánimo, su capacidad de adaptarse a los cambios, etc.
Pero también decimos que la moral tiene unos ingredientes que son adquiridos o apropiados:
*Hábitos. Constituyen tendencias a actuar de un determinado modo. Se adquieren mediante la repetición de actos del mismo tipo en situaciones similares.
*Virtudes y vicios. Son actitudes que se han interiorizado, de tal modo que predisponen a actuar de un determinado modo en una gran variedad de circunstancias. Se llaman virtudes cuando nos orientan hacia el bien y vicios cuando nos apartan de él.
*Carácter. Es el modo de ser que cada uno ha forjado a partir de los hábitos, virtudes y vicios que ha adquirido a lo largo de su vida. Es el resultado de moldear el temperamento con cada una de las acciones y decisiones que se van tomando.
*Conciencia moral. Es la facultad que nos permite captar los principios generales que nos sirven de base para distinguir lo bueno de lo malo. La conciencia moral madura nos proporciona criterios para poder juzgar nuestra conducta y la de los demás al aplicar los principios generales a casos concretos.
2.3. LOS REFERENTES DE NUESTRA MORAL.
Forjar un buen carácter y lograr una conciencia moral madura, capaz de guiarnos en nuestras decisiones, son tareas complejas. El objetivo de ser buenas personas requiere andar un camino largo lleno de dificultades, en donde resulta fácil perderse.
Necesitamos unas referencias que nos sirvan de guía y nos permitan distinguir entre vicio y virtud. Esas referencias servirán también para que nuestros juicios morales sean correctos y equilibrados, en lugar de arbitrarios y caprichosos.
Los referentes de nuestra moral son los valores, las normas, los principios y los ideales.
*Valores. Son cualidades de las cosas o las personas que las convierten en atractivas. Una característica de los valores es su polaridad: cada uno tiene siempre su correspondiente valor negativo.
Los valores morales presentan dos rasgos fundamentales: son exclusivos de los humanos y están al alcance de todos, aunque exigen un esfuerzo para lograrlos. Además de valores morales como la bondad, la honestidad, la generosidad o la lealtad, existen otro tipo de valores como, por ejemplo, estético (la belleza), sociales (la amabilidad) o vitales (la salud).
*Normas. Son reglas que ordenan nuestra conducta, indicándonos qué debemos hacer y qué no. Algunas normas no se limitan a señalar el qué, sino también nos dicen cómo debemos actuar.
Existen normas de diversos tipos. Además de morales, también existen normas legales, sociales, religiosas, etc. Lo que distingue a las normas morales de las demás es que, en el primer caso, quien dicta la norma, quien debe cumplirla y quien juzga su cumplimiento es la misma persona, es decir, el propio sujeto moral.
El poder de la norma moral reside en que su aceptación es interna al propio sujeto y que quien juzga su cumplimiento es la propia conciencia moral.
NORMA | Legal | Social | Religiosa | Moral |
¿Quién la dicta? | El legislador | La sociedad | Dios | Cada persona |
¿Quién ha de cumplirla? | Los miembros de la comunidad política | Los miembros de la sociedad | Todos los seres humanos | El propio sujeto |
¿Quién juzga su cumplimiento? | Los jueces | La sociedad | Dios | La conciencia moral. |
*Principios. Son normas de carácter muy general que inspiran la elaboración de normas más concretas y acciones particulares. Quizá el mejor modo de entenderlo sea a través de preguntas como ¿hay que hacer el bien y evitar el mal? ¿hay que tratar a los demás como querríamos que nos trataron a nosotros?....
*Ideales. La conducta humana es teleológica, pero existe una jerarquía entre los fines que podemos perseguir: los hay de corto y de largo alcance. Entre estos últimos encontramos los ideales de “vida buena”, es decir, las metas que orientan nuestra conducta. Los filósofos, en su reflexión sobre la moral, han hecho distintas propuestas sobre cuáles deben ser esos ideales. Los más destacados son el placer, la felicidad, la justicia y la utilidad.
3.EL DESARROLLO MORAL.
El carácter moral es una característica biológica de la especie humana, aunque después este se materializa y desarrolla con el paso del tiempo de manera particular en cada individuo. Sucede lo mismo que con el lenguaje: nacemos con la capacidad de aprenderlo, pero después cada individuo debe adquirir la lengua concreta de su comunidad. En ambos casos, el desarrollo de esa facultad solo se puede hacer en sociedad. La conciencia moral, es decir, la visión del mundo y de la propia persona a través de los valores morales, se va formando con el paso de los años como resultado de la interacción entre los valores sociales que se transmiten a través de la educación y el entorno en general, y la manera de ser y de pensar propia de cada persona.
Un estudio en profundidad de cómo vamos despertando dicha conciencia moral fue realizado por el psicólogo suizo J. Piaget (1896-1980), especialista en el estudio del nacimiento y el desarrollo de la inteligencia. Elaboró una teoría de desarrollo moral, que divide la constitución de la conciencia moral en tres fases:
-premoral, abarca los cinco primeros años, en los que el niño y la niña no tienen en consideración las normas.
-heterónoma. Entre los seis y los diez años. Está caracterizada por una perspectiva dicotómica acerca del bien y el mal. Los niños y las niñas se someten a las normas por considerarlas imposiciones inalterables.
-autónoma. A partir de los diez años, cuando los niños y las niñas comprenden que las normas son preceptos acordados.
L Kohlberg (1927-1987), discípulo de Piaget, amplió la teoría de su maestro, desglosando en seis estadios el proceso evolutivo de formación de la conciencia moral. Pero también apuntó que solo el 5% de los adultos llega a la madurez moral.
NIVEL | ESTADIO | CARACTERÍSTICAS | PERSPECTIVA SOCIAL | EJEMPLO |
PRECONVENCIONAL |
1 |
Las normas se acatan por obediencia y miedo al castigo | Egocentrismo. Incapacidad para relaciona varias perspectivas y puntos de vista. | No debo pegar a esta chica porque, si lo hago, mi madre me castigará |
2 |
Las reglas solo se asumen si favorecen los propios intereses. Lo bueno es lo útil y beneficioso | Individualismo. Conciencia de que los otros también tienen intereses. Por lo tanto, el bien es relativo. | No debo enemistarme con Luis porque saca buenas notas en matemáticas. Quizá si le ayudo en lengua, él quiera ayudarme con las mates. | |
CONVENCIONAL |
3 |
Se consideran normas lo que las personas cercanas esperan de nosotros | Gregarismo. Capacidad para relacionar distintas perspectivas y para ponerse en lugar del otro. La perspectiva social es todavía limitada y concreta. | Debo ser una buena persona porque eso se espera de mí. Debo respetar a mis compañeros porque, si no lo hago, defraudaré a mi familia. |
4 |
Hay que acatar las normas que están establecidas socialmente para proporcionar un bien general | Comunitarismo. Ya hay una perspectiva social abstracta y amplia. Conciencia de los intereses generales del sistema, que están por encima de los individuales y personales. | Hay que respetar a los demás. ¿A dónde iríamos a parar si todos nos comportásemos como animales? | |
POSTCONVENCIONAL |
5 |
Como existe una gran variedad de opiniones, principios y valores, solo son legítimas las normas que son fruto de un acuerdo que favorece a la mayoría | Relativismo. Conciencia de la pluralidad de normas y valores. Por ello, solo son legítimas las que surgen del consenso. Se está abierto a la posibilidad de cambiar las normas sociales. | Debo respetar a los demás porque, aunque tienen opiniones distintas, hemos decidido cooperar en beneficio de todos. |
6 |
Las normas son escogidas libre y racionalmente, dado que responden a principios y valores universales (como los derechos humanos) | Universalismo. Conciencia de que hay valores universales, como la igualdad y la dignidad de las personas, aunque las normas sociales puedan no coincidir con ellos. Cuando esto sucede, es lícito desobedecerlas. | El respeto a las personas es un principio universal que asumo personalmente como guía de mi conducta, aunque en algunas sociedades no se respeten como tales. |
4.LA INTELIGENCIA EMOCIONAL.
El estudio de la ética recibió nuevas aportaciones desde la teoría de las inteligencias múltiples, enunciada por H. Gardner(1983) ,psicólogo estadounidense.
La teoría clásica sobre la inteligencia había considerado que la inteligencia era una habilidad general que servía para resolver con eficacia toda clase de problemas. Sin embargo, según Gardner, la inteligencia no es una capacidad homogénea, como la fuerza física, sino que está compuesta por siete habilidades semiautónomas, que actúan coordinadamente en todos los individuos. Ahora bien, las circunstancias sociales y culturales hacen que cada sujeto desarrolle unas habilidades más que otras.
Las 7 clases de inteligencia clasificadas por Gardner son las siguientes:
*Lingüística. Relacionada con nuestra capacidad verbal, con el lenguaje y las palabras.
*Lógico-matemática. Tiene que ver con el desarrollo abstracto, con la precisión y la organización a través de pautas o consecuencias.
*Espacial. Capacidad para integrar pensamientos, percibirlos y ordenarlos en el espacio.
*Musical. Relacionada con las habilidades musicales y ritmos.
*Kinestésica. Abarca todo lo relacionado con el movimiento corporal y los reflejos.
*Interpersonal. Capacidad de relacionarse y comunicarse con otras personas.
*Intrapersonal. Se refiere al conocimiento de uno mismo, y a procesos relacionados como la autoconfianza y la motivación.
Las dos últimas habilidades intelectuales están relacionadas con la adquisición de la conciencia moral, puesto que atañen tanto a las relaciones con las demás personas como al examen introspectivo de nuestros pensamientos. En la medida en que mejoramos nuestra empatía, por ejemplo al ser más capaces de entender por qué el otro ve las cosas de una determinada manera, podemos también descubrir qué valores son importantes para los demás.
Con la expresión “inteligencia emocional” se designa la capacidad del ser humano para entender, controlar y modificar los estados emocionales, tanto en la propia persona como en la persona ajena. Las claves de esta conducta son la autoconciencia, la empatía, la motivación, la perseverancia, el control de los sentimientos y la habilidad social.
Puede decirse que la inteligencia emocional es una base práctica para la ética. Permite dominar las emociones para resolver los conflictos de modo pacífico y fomenta la comprensión de los comportamientos ajenos a través del conocimiento de los rasgos de nuestro propio carácter.
5.ÉTICA APLICADA.
En numerosas ocasiones nos vemos enfrentados a preguntas referentes a cuál sería el modo ético de proceder en determinados contextos o situaciones. ¿Es legítimo, por ejemplo, experimentar con animales e infringirles sufrimiento apelando a que si la investigación da resultado se obtendrá una medicina que podrá ayudar a multitud de personas? ¿O investigar con animales cercanos genéticamente a las personas, como es el caso de los chimpancés? La ética aplicada se encarga de analizar y dar respuesta, a partir de las propuestas de las distintas teorías éticas, a las cuestiones concretas con que nos vamos encontrando en la vida cotidiana, tanto en el ámbito personal como social.
El desarrollo tecnológico ha superado algunas barreras materiales que se consideraban inalcanzables, y con ello ha trastocado ciertas convenciones morales que se daban por inalterables. Al hacerse posible llevar a cabo acciones que antes nunca se habían imaginado, surgen nuevos interrogantes acerca de la conveniencia o no de poner en práctica dichas posibilidades, y hasta qué punto. En la actualidad, esta disciplina ha adquirido una importancia creciente en campos tan diversos como la investigación científica, el mundo de la empresa, las relaciones con el medio ambiente, etc.
5.1. BIOÉTICA.
La bioética es una de las ramas de la filosofía de mayor actualidad, puesto que se ocupa de los dilemas morales suscitados por el desarrollo de las tecnologías médicas y biológicas aplicadas al ser humano. La manipulación de nuestros componentes genéticos ha inaugurado una vía de investigación que puede deparar consecuencias beneficiosas para la humanidad; por ejemplo, se espera tener métodos de curación para muchas enfermedades degenerativas y hereditarias en un plazo no lejano, gracias a la implantación de células sanas en los tejidos enfermos. Sin embargo, los mismos avances científicos tienen aspectos polémicos, que muchas personas consideran inmorales.
Las cuestiones que una bioética debería considerar son muchas: ¿tienen los padres autoridad ética para decidir el sexo de sus futuros hijos o hijas?, ¿es lícito alterar la dotación genética de los que todavía no han nacido, aunque ello pueda favorecerles? Por otro lado, ¿es éticamente correcto modificar y hasta crear nuevas especies animales, alterando su determinación genética?, ¿y si ello contribuye a mejorar caracteres de esas especies que las hacen más beneficiosas para el ser humano, como por ejemplo, ovejas que den más lana o animales de carga más fuertes y longevos?
También la bioética debe pronunciarse acerca de otros aspectos relacionados con la práctica médica habitual:¿debe un médico o médica decir siempre la verdad a sus pacientes?, ¿en qué medida y hasta qué punto debe priorizarse el código deontológico médico por encima de la voluntad de los pacientes?, ¿puede un médico o médica imponer terapias curativas que atenten contra los principios éticos de los y las pacientes?, ¿hasta cuándo debe alargarse artificialmente la vida biológica?, ¿deben introducirse restricciones a la experimentación animal y humana, aunque ello suponga un retraso en las investigaciones médicas?, ¿puede, éticamente, exigírsele a un investigador o investigadora que pruebe en sí mismo una vacuna contra una enfermedad mortal?, ¿quién debe probarla?, ¿debe cobrar alguien que está arriesgando su salud por el avance de la medicina?, ¿no se favorece, de esta manera, que sean los económicamente más débiles quienes participen en estos experimentos?, ¿cómo determinar cuándo sería aceptable aplicar la ingeniería genética?
5.2. ÉTICA AMBIENTAL.
Antes de la Revolución Industrial en el siglo XIX, la naturaleza era respetada porque se le consideraba una entidad superior, indomable ante las fuerzas humanas, pero los avances científicos y tecnológicos invirtieron los términos de esta relación, y los humanos se convirtieron en manipuladores y explotadores de los recursos naturales y, a partir de entonces, considerados como simple mercancía.
El maquinismo y la industrialización resultaron decisivos para la mejora de las condiciones materiales de vida de nuestra especie, pero provocaron graves daños en numerosos ecosistemas naturales y, además, iniciaron un proceso de calentamiento global que amenaza con un cambio brusco del clima global, seguramente desastroso. Como reacción a este atropello surgió, en la segunda mitad del siglo XX, una conciencia ecológica ampliamente extendida en nuestros días.
Sin embargo, aunque sea necesaria esta preocupación por el medio ambiente, algunas decisiones pueden acarrear consecuencias negativas para personas y colectivos. Cabe preguntarse: cuando la defensa del entorno natural y las necesidades humanas entran en conflicto, ¿cuál de ellas tiene prioridad ética? Por ejemplo: el Protocolo de Kyoto, acuerdo internacional contra el cambio climático, redujo la emisión legal de partículas de efecto invernadero a la atmósfera, pero muchos países pobres carecen de liquidez para invertir en tecnologías limpias, y para asegurar el crecimiento de sus economías necesitan seguir explotando un modelo industrial contaminante.
La pregunta anterior podría formularse de otro modo: ¿alguien tiene autoridad moral para pedir a los países pobres que no desarrollen sus fuerzas productivas y exploten sus recursos naturales, a pesar de que así consiguen para sus ciudadanos y ciudadanas un nivel de confortabilidad material como el que disfrutan los habitantes de los países ricos? Pensar que la preservación del medio ambiente deba lograrse a costa de mantener en la pobreza a dos terceras partes de la humanidad parece, cuando menos, injusto, de modo que esa exigencia debería ir acompañada de ayudas efectivas- tanto económicas como de transferencia tecnológica- por parte de los países ricos y organismos internacionales. Y por supuesto, es moralmente exigible que en todo lugar se establezcan condiciones laborales dignas y que sean respetadas las culturas autóctonas que son respetuosas con su entorno natural.
Es importante señalar que los humanos han influido en su entorno natural desde la más remota antigüedad: piensa, por ejemplo, en el impacto que tuvo sobre el medio la invención de la agricultura, en el Neolítico: cambió el paisaje y ecosistema de amplias zonas del planeta. Esa acción transformadora seguirá en el futuro, de ello no hay duda, porque el ser humano seguirá recurriendo a la naturaleza para proveerse de las materias primas que necesita. El reto, crucial para la humanidad, estriba en aplicar prácticas no destructivas, basadas en nuevas tecnologías, y que puedan combinarse con el debido respeto a la necesidad moral de mejorar las condiciones materiales de vida de las personas.
5.3.ÉTICA POLÍTICA.
En las sociedades democráticas, el ejercicio del poder supone una delegación de la soberanía popular (que pertenece a la ciudadanía) y está sometido a las leyes, que establecen los límites de actuación tanto de las instituciones como de los particulares. Estas limitaciones impiden que una persona o grupo pueda perpetuarse en el poder de modo despótico, pero, a pesar de ellas, las decisiones de los políticos no dejan de afectar a la vida y la dignidad de quienes les han confiado la dirección de los asuntos públicos.
La discusión ética acerca de la actividad política plantea algunas cuestiones controvertidas. Incluso dando por supuesto que el objetivo del gobernante es procurar el bien común y no aprovecharse del cargo para su beneficio personal, cabe preguntarse qué prácticas son aceptables y cuáles no a tales efectos. ¿El jefe de gobierno debe decir siempre la verdad? ¿Es lícito que incumpla una ley si cree que es conveniente hacerlo? ¿Ha de haber plena transparencia en lo que se refiere a la acción de gobierno? ¿Cómo se lleva a cabo el respeto a las minorías? ¿De qué modo se favorece la participación ciudadana en la toma de decisiones?
Una de las preocupaciones más habituales en el ámbito de la ética política es la de cómo impedir, o dificultar al menos, la posibilidad de corrupción en aquellos que ostentan el poder. Platón en su obra República ya dedicó numerosas páginas a esta cuestión, pues reconocía que la tentación que pueden tener los gobernantes ( por más que se preocupa en su modelo de Estado de intentar elegir a los más honestos y bien formados intelectualmente) supone un riesgo real. La reflexión ética trata también en la actualidad de establecer principios que regulen la buena práctica del ejercicio del poder.
5.4.ÉTICA EMPRESARIAL Y LABORAL.
El mantenimiento material de la sociedad se realiza a través del trabajo, ámbito en el que cabe distinguir entre las relaciones de organización interna y la prestación de servicios al resto de la sociedad. Ambas facetas son susceptibles de consideración ética y dan lugar también a interrogantes como: ¿qué hay que hacer si mantener la lealtad a la empresa entra en conflicto con las propias convicciones morales?, ¿es lícito presentar el producto que queremos vender silenciando información que si la reveláramos podría frenar a los compradores potenciales? O ¿qué principios éticos deben regir la práctica profesional?
Con respecto al ámbito organizativo, en el seno de los centros de trabajo se establecen relaciones jerarquizadas que son necesarias para facilitar la producción de bienes, pero que deben observar tanto un trato personal digno a todos los miembros del aparato productivo como unas condiciones de salud y seguridad adecuadas. En los últimos años se insiste en la igualdad de derechos y salarios entre hombres y mujeres, y en la conciliación entre la vida laboral y la familiar.
Dado que buena parte de la vida de las personas transcurre en su lugar de trabajo, se hace especialmente indicado que pueda cada uno desempeñar su ocupación en un marco que favorezca la realización personal. Es por ello que la ética aplicada a las relaciones laborales rechaza cualquier tipo de explotación o trato desconsiderado hacia los trabajadores. Igualmente, el comportamiento ético por parte del trabajador y de la trabajadora requiere que éstos lleven a cabo las obligaciones que han asumido contractualmente de forma responsable y con la dedicación adecuada, favoreciendo un clima de trabajo óptimo con sus compañeros y compañeras.
Referente a la prestación de servicios, especial relevancia adquiere, a nivel personal, la deontología profesional (es decir, las buenas prácticas que los miembros de ciertas profesiones se comprometen a respetar, si quieren ejercerlas); y a nivel social, la responsabilidad corporativa (las garantías de transparencia y honradez que las empresas se comprometen a ofrecer a la sociedad como aval de sus productos). Además debe tenerse en cuenta que las empresas deben desempeñar una función social contribuyendo con su actividad al mejor desarrollo de la misma.
5.5.ÉTICA E INTERNET.
La aparición de las nuevas tecnologías de la información ha dado lugar a numerosas discusiones acerca de cuál sería la manera adecuada de enfocar los problemas éticos que se plantean al respecto. Cuestiones como el derecho a la privacidad y la intimidad, la piratería y el respeto a los derechos de autor, el derecho al olvido o a borrar el pasado en la red, la ética hacker, las falsas identidades o personalidades ficticias, etc.
Para algunos se hace cada vez más evidente que la definición de lo que se podría considerar el comportamiento ético a través de Internet requiere un tratamiento diferenciado, en la medida en que el espacio virtual supone un marco absolutamente distinto de todos los ámbitos en los que hasta ahora habían trabajado las diversas teorías éticas. Desde esta concepción, los postulados de las éticas convencionales no serían adecuados para abordar las nuevas situaciones a las que nos llevan las múltiples posibilidades que ofrece Internet, por lo que habría que pensar en una nueva ética para el ciberespacio.
No obstante, conviene considerar que la frontera entre el espacio virtual y el “real” no es algo absoluto, sino que ambos están completamente conectados de manera que lo que sucede en uno repercute en lo que pasa en el otro, por lo que para algunos hace que no sea válido el planteamiento anterior. Debemos asumir que lo que hacemos en la red tiene consecuencias reales que pueden favorecer o perjudicar a otras personas, por lo que cabe advertir del uso responsable de estas nuevas tecnologías.
AA. VV Filosofía 1. Editorial Edebé. Barcelona. 2015.
AA. VV Filosofía 1º Bachillerato. Editorial Mc Graw Hill. Madrid. 2015.